jueves, 27 de noviembre de 2008

Un sueño para olvidar...


Sé que soy algo raro, me lo han dicho miles de veces. Aún así, no me cansa de asombrarme la capacidad inventiva de mi mente a la hora de soñar.
También siempre fui un adicto al cine de terror,nunca ningún otro género me atrajo tanto como este. Debe ser por eso que anoche mi cabeza eligió a los siempre presentes zombies para hacerme pasar un mal rato, del que desperté bastante preocupado....
ASÍ EMPIEZA...
(Advertencia: cualquier rastro de incoherencia, así como también propiedad intelectual de varias películas, es total y completamente culpa de mi mente)
Todo empieza en mi antiguo colegio secundario (el cual dejé hace un año), que posee un extenso patio trasero que termina en un bosque tupido y un lago hermoso, cosa que no tuvo, tiene, ni va a tener jamás, sólo en este épico sueño macabro. Estoy sentado en el borde, (¿)dibujando (?), cosa que odio hacer porque me salen muy mal, pero acá realmente me adueño del lápiz magistralmente. Un grupo de alumnos vagan por la orilla sin razón aparente, y me pongo a dibujarlos. Entre ellos está una conocida muy hermosa, compañera de clases de inglés. Se acercan y alaban mis bocetos, cosa que me enorgullece mucho.
Imprevistamente (bah, creo que nadie puede prever esto), empiezan a deambular primero de a pocos, luego a montones, jóvenes con andar ligero, casi a tropezones. La gran mayoría posee una palidez cadavérica, y sus ropas están manchadas con sangre. Zombies.
Los otros entran en pánico a medida que los muertos avanzan, y de un momento a otro nos vemos rodeados. El salón de actos es el sector que más cerca se encuentra, aunque de ahí provienen los zombies; pero es la única salida. Aunque parezca increíble, no sé como hago para llegar sano y salvo hasta ahí, tal era la cantidad de personas nauseabundas en el patio, tal vez fingiendo estar muerto como ellos lo logré. Pero en el camino dejé a los otros a su suerte, por la única que lo lamento es por mi amiga, ya que su destino es incierto: nunca la veo morir. Tal vez haya escapado y eso me da un leve alivio.
ASÍ TRANSCURRE Y SE SUFRE...
Una vez que entro al hall, el caos reina, pero al menos un grupo nutrido de gente trata de mantener el reducido flujo de mortandad que prácticamente ha salido afuera, al patio. Se defienden con sillas, ¿palas?, palos, todo lo que encuentren. La defensa va bien, aunque no lo crean. La muchedumbre de muertos se reduce lentamente, que no quiere decir que se acaben, no señor.
Gracias al milagro de mi mente, la puerta hacia los talleres está abierta y sin muertos alrededor (voy, corrección, iba a un colegio industrial). Me dirijo inmediatamente hacia ahí, contando que la puerta de salida no esté trabada o con llave (sé quien es el que tiene las llaves, y en dónde puede estar, lo que me preocupaba era si estaba muerto o no). No hay casi nadie, excepto un grupo de sobrevivientes al que no conozco esperando al lado de la puerta de salida completamente abierta, como esperando a que alguien salga, a que alguien se atreva. Es tan fácil caer en ese burdo truco. Me acerco lentamente, ellos me dicen que no salga, que es peligroso. Sólo quiero asomarme, saber si es mi salvación; al espiar por un agujero diminuto, veo que la masa viene correteando, no hay salida asegurada posible. Trato de esconderme detrás de la puerta, para que sigan de largo y poder escapar ni bien terminen de salir.
La muchedumbre nauseabunda entra palpitando, quiero salir, quiero que pasen todos y salir. Desafortunadamente, uno de ellos se percata de mi presencia y abre la puerta, a pesar de mis esfuerzos, ellos son muchos. Me preparo para lo peor.
VUELTA DE TUERCA Y FINAL
Alguien desde el fondo del taller grita ¡Corten! La masa de muertos descansa contra la pared y los sobrevivientes ríen entre ellos. Algunos corren al bufete del colegio a tomar un vaso de agua. Y así, todo el sueño de supervivencia se reduce a la mera filmación de una película. Me acerco al supuesto director, que le da indicaciones a un zombie sobre cómo debe moverse. En ese momento llama a un extra que está en un camarín/salón de clases. El tipo aparece detrás de mí y asusta de lo bien personificado que está.
No aguanto más esta pesadilla, escapo corriendo del colegio hacia la libertad. En el estacionamiento me encuentro con un amigo mío, que no parece haber notado la situación. Me saluda, y yo huyo despavorido, y cruzo la calle. A lo lejos viene el bus azul que me tomaba y sigo tomándolo cotidianamente. Subo, pago la tarifa y regreso a casa. No evito pegarle una mirada al colegio, pero ya veo todo borroso. Me duermo al instante. Y calculo que ahí me despierto.
EPÍLOGO: FUERA DEL SUEÑO
Me quedaron algunas cosas en el tintero, la más importante fue un episodio alterno en una playa que no venía al caso y que pensé que iba a desvirtuar las cosas más de lo que ya estaban, así como también detalles ínfimos que no recuerdo y la parte B de la historia, el escape de otras personas en el segundo piso del colegio, que la pasaban peor que yo. Sólo puedo decirles que hay vidrios rotos, saltos al vacío, y mucho alambre de púas; es un escape doloroso. Si quieren que se los cuente, allá ustedes. Ahora más que nunca le tengo respeto a estas criaturas.

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